En Disrupting Class, el libro de Clayton Christensen, se explica brevemente la teoría de los “Jobs to be done” o “Los trabajos por hacer” que se puede resumir de la siguiente manera: los productos y servicios que una sociedad consume son “trabajos” que hay que “hacer” y los productos y servicios se “contratan” para realizarlos. Por ejemplo, si uno compra una malteada, está “contratando” la malteada para de “hacer un trabajo”, quitar el hambre, o el antojo de algo líquido y dulce mientras vamos al trabajo. Las personas que compran una malteada no necesariamente son de un segmento demográfico específico ni de un nivel socioeconómico particular, lo que tienen en común es que quieren “contratar” la malteada para “hacer el trabajo”. (video de este ejemplo)
En el mismo libro, la escuela, dice el Dr. Christensen, es contratada por los estudiantes para hacer dos trabajos: Quieren sentir que progresan y divertirse con sus amigos.
Así como las malteadas compiten con los refrescos, los yogures o la fruta, la escuela compite con las pandillas y los equipos deportivos, dado que ambos pueden hacer el trabajo de sentir que progresas y divertirte con amigos. La escuela está siendo contratada por los alumnos para eso, y si no lo obtienen, no van a estar interesados en ella en lo absoluto.
En el artículo de René Lankenau, “Por qué nos va a doler más pagar las colegiaturas” se enlistan cinco cosas que los padres desean lograr al pagar por la educación privada de sus hijos: formación académica, formación humana, certificación, integración social y cuidado durante el día. Aunque no lo pone en el modelo de “Jobs to be done”, es posible visualizar cómo estas diferentes tareas pueden ser contratadas para ser ejecutadas juntas o separadas, y el hecho de que en la escuela confluyan tantas tareas que hacer hace que el problema de la transformación educativa sea extremadamente complejo.
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